Soñé con un submarino. No, no puedo dormir, es la ansiedad
del café, es la ansiedad que provoca tomar café, dos tazas, dos horas
distintas, es poco café. Las neuronas se prenden y apagan, ¿foquitos de
navidad?, se siente como si mil hormigas juguetearan en mi cerebro, es una
tontería.
Una vuelta, dos vueltas, mejor no me muevo, mejor boca
abajo, ideas que roen mi mente, me carcomen y no me dejan dormir. Es más fácil
contarte una historia que escribir un ensayo filosófico. Uno no se lo toma tan
en serio. Todo es un juego, como la vida, como lo sueños, mi querido de la
Barca.
En mi niñez jugué con el mar, las olas iban y venían, no sé
cómo era el viento pero sí el olor de la arena mojada, de la sal en el mar. El
sol se reflejaba en mis hombros rojizos, en mi nariz, “tienes un bonito
perfil”, dijo Al una vez en el jardín del Edén, comíamos pastel y yo me sentía
aliviada de que alguien que no fuera mi madre alabara mi nariz, nunca fue
hermosa pero sí era un lindo perfil.
Papá y yo corrimos para alcanzar al mar, mi pequeña hermana
nos miraba desde atrás, no quería mojarse, ni siquiera le gustaba bañarse, “no
debiste traerla” sólo lo pensaba, a ratos, la verdad es que era más divertido
todo entre tres, todo era más divertido con nosotros tres.
Ya di otra vuelta a la cama, es una cama grande, su nombre
es Príncipe, “el Príncipe que cuidará de tus sueños” eso decía la etiqueta, así
que lo adopté, y ahora le disfruto mucho, puedo dormir en la izquierda o en la
derecha, en diagonal o de cabeza, puedo estirar mis pies y mis manos, así es,
no soy alta.
Pero ésta no es una historia que contiene otra historia y
otra historia, con enredos y metáforas, con palabras complicadas, con juegos
mentales u otras barbaridades, son, solamente son historias de cuando no puedo
dormir.
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